Érase una vez una ciudad increíblemente bonita del norte de España que escondía una historia que muy poca gente conocía.
En los inicios de esta ciudad, de nombre Oviedo, a sus afueras existía una preciosa laguna natural que estaba abastecida por numerosos manantiales naturales. Era un lugar tan bonito que pronto los nobles ovetenses comenzaron a frecuentarlo como zona de recreo.
Alrededor de 1153, los campesinos que vivían a las afueras de la ciudad comenzaron a acercarse a este lugar para vender sus productos. Con esta incesante actividad no tardaron en aparecer los artesanos y, poco a poco, se fue formando un mercado que aún hoy sigue funcionando sin descanso. Este mercado es El Fontán, una joya patrimonial de Oviedo. ¿Os ha gustado el pequeño cuento? Es bonito descubrir los secretos que esconden las ciudades tan cercanas a ti. Al menos a mi me lo parece, de ahí mi condición de lagartija.
Ahora ya no son solo los nobles los que frecuentan la zona los jueves, sábados y domingos por la mañana. Un paseo por la zona de El Fontán te traslada a un mundo de tradición, alegría, te empapas de historia y, en cada rincón, descubres el encanto de sus construcciones.
Nosotros, aunque vivimos en Gijón, somos asiduos del mercado. Solemos pasar muchas mañanas de domingo paseando por El Fontán y acabar tomando unos culetinos de sidra en la plaza. Tomando “un vermutín”, como decimos por aquí.
El ambiente de la plaza es genial. Los peques pueden estar jugando, escalando (le encanta a Martín), riendo… mientras los ves desde la propia mesa. Digamos que te permite “supervisar” sus aventuras
El Fontán es una “Recomendación Lagartija” de las buenas. A disfrutar del tiempo libre en familia, sea como sea la vuestra.
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