A veces es difícil pensar en un lugar para hacer una escapada con un niño de poco más de año y medio. Corretear, empujar las sillas de los bares, y querer coger todo y más… Es una pequeña muestra de lo que puede hacer un pequeño trasto como es el nuestro.
Teníamos tres días para desconectar del mundo y había un destino que nos llamaba la atención desde hacía tiempo: Mérida. Desde Madrid nos parecía la opción perfecta 344 km. Carretera y manta, nunca mejor dicho y directos a la que fue en 25 a.C la ciudad de los soldados eméritos, retirados, fundada por el emperador Octavio Augusto, ahí es nada.
Reservé una habitación a través de booking en un hotel genial, bien ubicado y donde nos trataron como reyes (sobre todo a Diegus): Adealba Boutique and Spa. Estuvimos alojados en una habitación muy amplia perfecta para dejar los mil y un trastos que uno lleva cuando viaja con un peque (silla de paseo, trona portátil, neceser enorme…) Aquí podéis ver unas fotos del hall del hotel y de la habitación: chimenea, sillón de masaje, cama de dos por dos… Pero por encima de eso, lo mejor fue el trato que nos dieron, todo facilidades con el peque.
A pesar de tener que depender de los horarios de Diego pudimos visitar la ciudad a fondo; el complejo arqueológico de la ciudad, declarada Patrimonio de la Humanidad en 1993: Teatro-Anfiteatro Romanos, Circo Romano, Alcazaba Árabe, Zona Arqueológica de Morerías, Cripta de la Basílica de Santa Eulalia y Casa del Mitreo-Columbarios. La entrada normal cuesta 12 € y la reducida 6 €. Nos perdimos el Museo Nacional de Arte Romano, aunque bien merecería otra visita, sin niño obviamente, para disfrutar de todo el arte que guardan sus paredes. Y algún secreto más, seguro, que podréis encontrar aquí: http://www.turismomerida.org
La plaza del Ayuntamiento, el Puente Romano, El Acueducto de los Milagros y el mítico Templo de Diana (pegadito al hotel) se ven paseando tranquilamente por las calles del centro histórico de Mérida.
Me resultó muy curioso el asalto que sufrimos los turistas a la hora de ser bombardeados por típico relaciones públicas entregando papeles de menú de sus respectivos restaurantes invitando a migas extremeñas y tablitas de ibéricos (riquísimos, por cierto). En cualquier caso, comimos genial en todos los sitios en los que estuvimos, pero insisto, lo que más llamó nuestra atención es lo agradables que fueron siempre con el enano. Siempre facilidades.
Mención especial para uno de esos lugares: El Trasiego Tapas en la calle Romero Leal, 3. Un espacio amplio, con una carta divertida, y a un buen precio. Cenamos una tabla de croquetas, muy ricas las de espinacas, una tabla de quesos y un carpaccio de buey, cervezas y agua para regar la comida, por no más de 20 € por persona. Insisto en la buena gente, uno de los camareros nos dejó su tablet para que Diego estuviera entretenido.
Nos planteamos seriamente volver en verano, para disfrutar de uno de los eventos más espectaculares que creo que se celebran en España: el Festival de Teatro Clásico, entre julio y agosto. Pero es que hay muchos más motivos para volver: La Semana Santa, Los Carnavales, el Festival de Cine inédito, y una que nos contaron antes de regresar a Madrid, que ciertamente es la segunda que más me atrae, La fiesta en la que la ciudad recrea el esplendor de la antigua Emérita Augusta: representaciones de las antiguas carreras de vigas y caballos, mercados, legionarios circulando por la ciudad, luchas entre gladiadores y un sinfín de actividades que trasladan al público 2000 años atrás. Esta cita se llama Emérita Lúdica y se celebra a finales de septiembre y principios de octubre. En estos dos enlaces podréis leer más sobre este genial encuentro:
www.consorciomerida.org/emeritaludica
Es un plan muy pero que muy Lagartija, que tiene las tres B: bueno, bonito y barato.
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